VIAJAR ES CHILERO

Dejar la comodidad de lo conocido siempre es difícil; para algunos nos es más difícil que para otros.  Salir de viaje es alegre, pero también difícil por dejar uno su casa, su entorno, sus amigos y hasta sus mascotas.  Al salir de viaje, retornar y volver a ver el suelo chapín, se me llenan los ojos de lagrimas de emoción.  Regresar es igual de emocionante que salir.

He tenido el enorme privilegio de viajar desde niño a lugares maravillosos y conocer varias ciudades del este hemisferio.  Por supuesto me falta mucho.  Antes de morir quiero conocer África.  Ir al Kalahari y al parque nacional Kilimanjaro; hacer safari -fotográfico, no crean que mato animales- en el Massai Mara, en el Serengeti, Ngorongoro o en Kruger, que ha de ser algo fuera de este mundo.

Solo puedo imaginar cómo ha de ser viajar por la China o Mongolia y sus grandes estepas; la riqueza cultural, espiritual e histórica que tiene la India; la belleza de las playas del sureste asiático… ¡Tanto por conocer!  Me falta conocer muchísimo, pero agradezco la oportunidad de haber podido conocer algo. Del continente americano me faltan pocos países, aunque en cada país no he conocido tanto; en algunos solo la capital y estoy consciente que eso no es representativo del país.  Del norte conozco varias ciudades de México, de Estados Unidos y un par de Canadá, pero falta mucho. 

Saltando el charco, he podido ir a algunos países de Europa, el viejo continente.  Allá, resulta muy evidente lo distinto que son las cosas.  Comodidades que por acá uno da por sentado -por supuesto que hablo de mi experiencia exclusivamente- como por ejemplo el aire acondicionado, allá son raras.  Solo en lugares “fifi” -por usar un término del gusto de AMLO- se encuentran.  No es tanto por el costo, sino porque muchas de las edificaciones en Europa son muy, muy viejas. La penúltima vez que estuve por aquellos lares -un viaje entrañable con mi hermano para buscar las raíces familiares- en Paris nos hospedó un amigo de mi hermano en un piso -departamento- de su familia estupendamente ubicado y sorprendentemente grande, considerando que el edificio tenía trescientos años y, por supuesto, no tenía aire acondicionado.   No hay mucho para donde expandirse en los cascos de las ciudades y, con las limitantes en construcción, mucho menos.  En fin, el punto es que he sido privilegiado en conocer otras culturas y experimentar otros entornos que me han dado -creo yo- una perspectiva distinta a la media chapina.  No lo digo como alarde, sino con humildad; reconozco que he sido privilegiado y Dios sabe que he tratado utilizar el privilegio para beneficio de mi país, solo espero que el poeta reconozca que he querido engrandecer la patria mía y en nombre de esa patria, me perdone.

Viví y estudié en México mis primeros años escolares y desde entonces guardo un gran cariño por ese país y sus habitantes.  Nunca he comprendido como hay, en pleno siglo 21, compatriotas que hablan mal de los mexicanos.  Yo siempre he encontrado buen trato y he hecho amistades entrañables por allá.  De los Estados Unidos ya habrá experiencia personal o de familiares y amigos de ustedes, queridos lectores, así que me salto a los gringos, solo diciendo que es un gran país que lo recibe con brazos abiertos, siempre y cuando uno cumpla con sus leyes.  No hay educación más rápida -y dura- para un chapín, que intentar manejar sin usar el cinturón de seguridad por allá.  Si no me creen, prueben y me cuentan cómo les va. 

En mi opinión, creo que los chapines tenemos subestimada a Suramérica; seguramente por alguna cuestión atávica vemos más al norte que al sur, pero eso es algo que las nuevas generaciones van cambiando a pasos agigantados.  El sur es maravilloso y bien haríamos nosotros, en cuanto tengamos la oportunidad, de viajar más a Suramérica y menos a Miami u Orlando a ver al ratón billonario ese.

Ahora tengo, nuevamente, el privilegio de llevar a mi familia de viaje al viejo continente.  Iremos a la Ciudad Luz y probablemente a algún otro lado, dependiendo del clima.  Estoy consiente que esto es de “oligarcas” como se dice burlona -o estúpidamente- en redes sociales, pero el hecho es que conseguimos una súper, súper oferta en boletos y ahora con Airbnb es mucho más accesible quedarse en ciudades que de otra manera sería más caro. 

Así, estaremos fuera unos buenos días -acuérdense eso si, que cuando acá es de día, allá es de noche- y el próximo lunes no estaré en posibilidad -vaya, no quiero, más bien- escribir como lo he hecho todos los lunes desde que abrí mi blog.  Perdónenme, como espero que lo haga el poeta, por mi transgresión, pero estaré de regreso más pronto que tarde.  Tampoco es que crea que les vaya a hacer mucha falta.  Como dice siempre un buen amigo: hay que tomarse uno su dosis de Ubicatex todos los días, por las mañanas y a veces también por la noche. Ninguno de nosotros somos indispensables, mucho menos esenciales.  Este país camina, tuerto, cojo y con soco, sin ninguno de nosotros.  Acá, todos nosotros, queridos lectores, somos superfluos. Acá, los que importan, la sal de la tierra -como dice la biblia- son otros, los que no vemos todos los días, los que hacen posible este pedacito de cielo que se llama Guatemala; no Guate”mala”, ni “Miwuate”, sino Guatemala.  La tierra que nos vio nacer y que, aunque raspen, chillen y pataleen algunos que abjuran de su patria, siguen acá, procrean acá y lucran acá ¡aló, montón de chairos!  Uno se topa con cada espécimen en redes sociales que abjuran de donde nacieron, pero no tienen los arrestos ni de cambiar lo que no les gusta, ni de irse a otro país. Uno mejor se ríe, porque la alternativa es llorar.

A esta tierra le falta mucho, pero mucho. Algunos acá creen que estos 109,000 km y un poquito más son su finca, si, pero “habemos” un montón -muchos más que ellos- que sabemos que no es así y que no vamos a permitir que lo perpetúen. Algunos piensan en revolución, pero están desfasados.  Lo que toca es evolución, más lenta, pero efectiva y sin vuelta atrás.

Me voy de viaje, porque tengo la posibilidad, tengo el privilegio, pero lo importante es poder compartir las experiencias. No los veré el otro lunes, pero si cuando regrese.  Trataré de venir a contarles algunas experiencias de viaje con todo y las muladas que a veces uno comete en otro lugar por desconocer las costumbres o los lugares.  A veces eso es lo más divertido de los viajes ¿a que si?

Les encargo este terruño de maravilla que tenemos y no apreciamos lo suficiente.  Les encargo que el gobierno no la riegue mucho y que las ONG’s no jodan tanto.  Les encargo que cuando regrese todavía haya patria por la cual pelear. 

Parafraseando al Doctor Arévalo quien dijo que “viajar es vivir”, yo me voy a vivir porque ¡viajar es chilero!  Ay nos vidrios.

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