EL VIRUS

Buenos días.  Luego de un largo receso, acá les dejo mi blog de hoy. Espero que lo disfruten.

Los virus han estado sobre la faz de la tierra mucho antes que los humanos; probablemente han existido desde que una célula se dividió y formó otra. Son capaces de infectar a todo ser vivo y, aunque no todos los virus atacan a todos los seres vivos, el que tenemos todos en mente por estos días ha logrado trascender la cadena alimenticia, causando la pandemia más amplia -aunque todavía no la más mortífera- de este siglo.
La tasa de mortalidad estimada por la Organización Mundial de la Salud -muy cuestionada por estos días- está en 3.4% aunque varía de país en país y datos recientes dan cuenta de porcentajes mucho más bajos; los factores de riesgo han sido ampliamente difundidos, pero los principales son enfermedades cardiovasculares y respiratorias preexistentes.
De acuerdo con las cifras “oficiales” y como sigan las cosas así, nos vamos a morir alrededor de doscientos cincuenta millones de humanos por culpa del Covid-19, un poquito menos que la totalidad de la población de Indonesia, el cuarto país más populoso del mundo.
Claro está que las cifras de mortalidad son cuestionables, pues algunos médicos estiman que son exageradas y más bien son similares a la mortalidad de la gripe común -gripona, diría el presidente- y que todo lo que hemos vivido durante las últimas semanas (distanciamiento social, uso obligatorio de mascarillas, “cierre de la economía”, etc.) es una exageración provocada por el miedo colectivo, alimentado por los medios de comunicación masivos, quienes a su vez obedecen una suerte de agenda “globalista” de izquierda.
Si usted quiere creer algo o todo de esa narrativa está en su derecho, pero yo dejé de creer en Santa Claus hace rato y francamente el ratón Miguelito y su prima, el (la) hada de los dientes, siempre me quedaron muy mal.
Si el virus, técnicamente conocido como Coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2), fue una mutación proveniente de murciélagos y que luego contagió a los humanos, o si fue diseñado exprofeso por el gobierno chino para destrozar la economía mundial, es una discusión que le dejo a John le Carré o Michael Crichton (aunque este ya no pueda escribir). Lo que importa es que el virus se ha esparcido ¡vaya si no! por el mundo y ni las sociedades ni los gobiernos estábamos preparados para algo así; de ahí que usar el término “black swan” o cisne negro para definir lo sucedido en el mundo es, en mi opinión, correcto. El creador de la teoría, don Nassim Nicholas Taleb dice que esto no es un cisne negro y, por el contrario, es un cisne blanco; valdría la pena preguntarle a don Nassim si ¿él habrá comprado, días antes de que todo esto reventara, acciones en el productor de Lysol o de Purel? Tal vez ya es el accionista mayoritario de Amazon -y ya no Jeff Bezos- pues, si este era un evento predecible, como él ha dicho, debió de tomar acciones acordes.
No entraré a discutir si esto es un cisne negro o blanco, pues con los economistas sucede un poco lo que con los abogados; si entre dos abogados hay tres opiniones, entre dos economistas hay por lo menos 6, pues cada uno tendrá una explicación para probar por qué los eventos sucedieron como lo predijeron, otra para explicar por qué no, y una del por qué era impredecible.
Pareciera que los profesionales de la medicina y los de la economía no se ponen de acuerdo si las medidas son acertadas -para salvar la vida, digamos- o si son exageradas y con ello se destroza la economía mundial. Vale la pena decir que ni la medicina, ni la economía son ciencias exactas y por más que las teorías expuestas por unos y por otros estén apoyadas de datos estadísticos, cabe decir que la estadística tampoco es una ciencia exacta sino más bien una herramienta, valiosísima si, pero no exacta.
Así, en medio de toda esa discusión que hace recordar la que dícese tuvo lugar en la ciudad de Bizancio hace mucho tiempo, estamos todos los que, más allá de un aula, un quirófano o una mesa de junta directiva, tenemos que jugárnosla a ver a quién le apostamos, si al médico, al economista o al político que, de todos modos, ha estado tomando las decisiones por nosotros.

Yo, sin ser médico, economista ni político en el ejercicio de un cargo público, me atrevo a hacer algunos apuntes basados en datos fríos que he podido asimilar y procesar y, francamente, la pura lógica, esa que se dice que es una ciencia exacta:

Los humanos NO estábamos preparados para esta variante de coronavirus que afecta de manera particular los pulmones y hace que el riesgo de una neumonía sea superior; es por ello por lo que los mayores y quienes tienen afecciones cardiacas o pulmonares están en alto riesgo.

El mundo NO estaba preparado para algo así y, por lo tanto, los gobiernos y la economía de todos los países parecen dar palos de ciego; si bien hay buenos sustentos para abordar la problemática, esto no se resolverá con una varita mágica. Ni la enfermedad, ni la debacle económica.

Sea usted de la corriente ideológica que sea, si cree que vivimos dentro de la Matrix o que los extraterrestres dominan el mundo a través del control mental de nuestros líderes, debe reconocer que las medidas de distanciamiento social -de la cual hay distintos grados- y el uso de mascarillas junto con otras medidas preventivas como el aseo permanente de manos y de superficies, han servido para evitar el contagio masivo de la población, con lo que se trata de evitar el colapso de los sistemas de salud del mundo. Otra cosa es que eso afecte la economía y que ese será otro problema que atender urgentemente.

Salvo en los países donde los regímenes son totalitarios, en todos los demás, sin excepción, hemos otorgado voluntariamente poderes a las autoridades, plasmados en la constitución, para que, en situaciones como esta, tomen medidas drásticas que restringen nuestros derechos individuales. ¿No nos gusta? Bien, reformemos la constitución, pero mientras eso sucede, deje de andar diciendo que tal o cual gobierno viola sus derechos individuales al prohibirle salir a toda hora y sin mascarilla en su vehículo o que es en estos momentos cuando el contrabando muestra cómo es vital para la economía familiar. No solo es incorrecto, sino que se ve muy mal. Piense en sus hijos y en qué dirán luego, que usted anda esparciendo esas sandeces.

Finalmente, sea usted de los que cree que el distanciamiento social funciona (como lo ha hecho el 99% del mundo) o que no es necesario (como lo ha hecho Suecia y, desastrosamente Nicaragua) debemos tener presente que la posibilidad de que nos contagiemos todos, eventualmente, como lo sucede con las gripes estacionales, es muy fuerte. Acá el último de mis apuntes; si usted cree (como lo creyó en algún momento Boris Johnson antes de contagiarse) que la mejor forma de combatir el virus era mediante el “heard immunity”, le convendría leer y enterarse de los últimos descubrimientos que apuntan a que alguien que se ha recuperado del Covid-19 puede contagiarse nuevamente. De esa cuenta, yo le recomiendo que mejor no se contagie, por lo menos mientras se sabe más acerca de este tan virulento y viral virus o, en tanto el proverbial meteorito acaba con toda la vida sobre la faz de la tierra. Al fin de cuentas, somos sólo polvo en el viento, dijo el filósofo.

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