EL AMIGO AMERICANO

La que fuese ideada por los constituyentes como Corte de Constitucionalidad, que con el devenir de los tiempos se ha venido conociendo -burlonamente- como  Corte Celestial, cambia nuevamente de “nombre comercial” y podemos llamarla ahora: Corte Celestina, pues con el fallo del domingo 16 pasado -no le llamo resolución, ya que no resolvió nada- intentó avenir a las partes “en conflicto” al proferir el auto de otorgamiento de amparo provisional redactado de una manera tal que pudiese ser interpretado por todos como una victoria.  Ahora queda clara la película -aló, instrucciones en inglés- pues fue un fallo de compromiso para lograr que fuese unánime. Tremendo error.  La Corte -ningún juzgado de hecho- no está allí para ser alcahuete de nadie y tratar de propiciar que las partes que someten a su consideración un problema lo resuelvan entre ellos solitos.  Por algo es por lo que se han sometido a la majestad de la Ley y le piden a un tercero -el juez- que resuelva quién tiene la razón.  Lo que hicieron aquel domingo los magistrados es emitir un fallo ambiguo.  Como tal, correspondió que lo aclarasen; el Abogado Carrillo solicitó una ampliación, pero no contentos los magistrados con ello, de oficio decidieron también aclararla. Entonces si, quedó claro lo que por saber ni por qué, no quisieron plasmar de una vez en el fallo del domingo. 

Ahora toca acatar el amparo provisional otorgado y permitir el ingreso del comisionado -o comisionada; tal vez nos viene con sorpresa- de Cicig que hasta hoy sigue siendo Iván Velásquez.  Eso es, si decide regresar o si los gringos le dicen que o haga.  Como publiqué hace más de un año cuando el presidente Morales fue a Naciones Unidas a quejarse del comisionado, sacar a Iván -o intentarlo- sería una victoria pírrica y se toparía con que Cicig es como la hidra mítica.  En efecto, quiso cortar una cabeza y en su lugar salen dos. 

En mi opinión, eso le pasa al presidente Morales por creerse un actor de renombre y no ajustarse al guion y a las instrucciones -en inglés- del director de la película.  Intentó improvisar.   Como no me consta nada de esto, no lo puedo afirmar, pero permítanme contarles un cuento, una historia… Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia:

Luego de mucho ir y venir, cabildeos por aquí y por allá, luego de construir una relación con las personas adecuadas, ayudados por la geopolítica y dadas las condiciones correctas -cuando el propio presidente Trump pasa por situaciones parecidas a las del presidente Morales- el imperio finalmente le concede licencia al gobierno guatemalteco para notificarle al secretario general de Naciones Unidas que al finalizar el actual período de Cicig, el Estado de Guatemala no renovaría su mandato. Con pase en mano, cual permiso para capearse del colegio, el gobierno anuncia su decisión, pero lo hace de la peor manera posible: con imaginería del pasado.  Con un despliegue militar que solo podía suponer que habría otras intenciones que pararon frustrándose, el presidente Morales anuncia su decisión e inmediatamente -bueno, al día siguiente- el secretario de estado gringo, Mike Pompeo tuitea ¡ah, el mecanismo de comunicación de alto nivel! “a favor” de la relación de ambos países en respeto de su soberanía.  Ajá.  Bueno, el hecho es que los coristas de la Cicig, casi al unísono, corearon: ¡este arroz ya se coció! y tristes y contrariados entendieron que la decisión de Morales, por más que les doliese, venía autorizada de más arriba.  Las reacciones tanto acá como allá no se hicieron esperar; congresistas y senadores demócratas se pronunciaron “enérgicamente” en contra de tal decisión aprovechando el momento político en Estados Unidos que tendrá elecciones para el congreso y un tercio del senado en noviembre próximo. Más que la gran preocupación y cariño que profesan tales legisladores por este lindo pero aquejado país, lo que vemos por allá es política gringa pura y dura.  Quien no lo vea es porque todavía cree en Santa Claus.  Similar situación se dio recientemente en el senado chileno que, muy preocupados por su hermano país Guatemala, un grupo de senadores -de oposición- le piden al presidente Piñera que le escriba a Morales para regañarlo. Ajá.

No contento con el permiso otorgado, el gobierno guatemalteco decide que, aprovechando un viaje “programado” del comisionado, giran instrucciones de no dejar entrar al país a Velásquez.  Error.  Eso no estaba en el guion aprobado de allá arriba.  Por tal razón, eso hay que revertirlo y por eso tenemos esos fallos de la corte celestina, que corrige el error -no autorizado- de no dejar entrar a Iván, pero no revierte la decisión de no renovar Cicig.  Al final, se le dio vueltas a un asunto que nos hizo perder valioso tiempo que hubiésemos podido usar para atender asuntos más importantes. Eso si, nos ha dejado ver algunas cosas que antes o no estaban claras o solamente eran sospechas.  Hoy hay más certeza y eso siempre es bueno.  Certeza digo, de intenciones y relaciones, no certeza jurídica o política, que son las que necesitamos.  Hoy tenemos un poco más claro quienes se mueven dónde, qué intenciones tienen -además de algunas de sus capacidades e incapacidades- y por qué hacen algunas de las cosas que hacen. 

Para mi, lo más evidente es la intervención gringa en nuestro país.  ¡Brujo! me dirán probablemente, pues eso es algo que siempre hemos tenido, pero a mi me resulta interesante cómo se han desarrollado los eventos.  Ya no es la intervención militar del siglo pasado, tampoco es la intervención de la administración Obama y su embajador Todd Robinson que sin desparpajo y con falta de respeto se pronunciaban sobre asuntos de política interna y operaban políticamente en cortes y congreso sin recato.  Bueno, hoy también operan en cortes y congreso, pero lo hacen diplomáticamente, casi como un diplomático, diría uno.  Curioso, ¿no?  Antes, Robinson daba declaraciones a diestra y siniestra, se atrevía a insultar a congresistas guatemaltecos ¡qué atrevimiento!  ¡Insultar a congresistas guatemaltecos es algo que solo nos compete a nosotros!  (espero que cachen el sarcasmo).  Hoy, el embajador Arreaga, prudentemente, no opina públicamente sobre los asuntos políticos o judiciales de acá.  Eso, por supuesto, ha irritado a todos los que han visto cómo sus contactos y sus influencias en la política gringa ha mermado y ahora les toca ir a la banca a esperar su turno.  Porque si, solo están esperando su turno; así son los gringos.  Por ahora -solo por ahora- las corrientes han cambiado, pero ya regresarán las contrarias y entonces los que estaban tristes se alegrarán nuevamente y los que ahora ríen fruncirán el ceño. 

Eso, justo eso, es lo que a mi me da algo de risa, pero a la vez algo de pena ajena.  Sin caer en nacionalismos insulsos, da así como penita cómo siguen algunos pendientes de todo lo que hace o dice cualquier funcionario gringo acerca de lo que acá ocurre.  Ya no solo del presidente, secretario de estado u otro funcionario de alto nivel; ahora hasta de congresistas de saber qué distrito de tal o cual estado.  Pronto también estarán pendientes de, y los medios locales titularán sus ediciones con las declaraciones del alguacil de algún condado por’ai o del concejal de una pequeña ciudad de un estado x.  Algo de pena da también darse cuenta cómo los que antes criticaban a los que buscaban el “apoyo” de los gringos para empujar sus agendas, son los que ahora han buscado a los mismos gringos -solo que ahora republicanos- para empujar sus agendas.  ¿Y entonces?

Entiendo, por supuesto, que estamos geográficamente ubicados en lo que algún abusivo funcionario gringo llamase “su patio trasero” y que en un mundo globalizado tanto económica como políticamente un país -sobre todo uno como el nuestro- pequeño y con tantos rezagos no puede intentar aislarse, pero de eso a estar sobando levas gringas hay mucho trecho. 

Debemos entender de una buena vez lo que el ex secretario de estado Henry Kissinger diáfanamente dijera hace algunos años: “América (sic) no tiene amigos o enemigos permanentes, solo tiene intereses”. Los “americanos”- como mal se les conoce a los norteamericanos- no tienen amigos, solo intereses.  Claro que no me refiero a los ciudadanos; yo tengo amigos gringos con los que mantengo contacto.  De hecho, me encanta fastidiarlos con las peripecias de su política y cada vez que puedo bromeo sobre eso, pero una cosa es el gobierno gringo y quienes pasan por él cada 4 u 8 años, y otra sus ciudadanos.

Un buen amigo me pintó esta alegoría respecto de los gringos y su intervención en los asuntos de Guatemala: para los gringos, Guatemala es como una champita a la orilla de un barranco, está en un lugar muy incómodo para ellos, pero no pueden desatenderla; los chapines somos como chirises mocosos que viven en la champita en la orilla del barranco, a quienes nos tienen que colocar una pita amarrada a un palo para que no nos vayamos a caer al barranco.  Siempre nos van a vigilar.  Siempre nos van a intervenir.  Siempre nos van a amarrar una pita para que no nos caigamos al barranco.

El amigo americano -norteamericano- no existe, existen los intereses que momentáneamente puedan tener.  Are we clear?

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