Aunque no ha sido emitido el acuerdo por parte del TSE certificando los resultados de la elección de ayer, domingo 11 de agosto, el presidente electo es, indefectiblemente, Alejandro Giammattei. Como él mismo lo dijo varias veces ayer en sus apariciones en tv, le tomó 12 años llegar a ganar una elección. Más allá del actual presidente Morales -ciertamente la excepción que prueba la regla, como se dice- todos los presidentes han tenido que lanzarse más de una vez y sufrir los avatares de las campañas en repetidas ocasiones. Desde la primera elección de esta “era democrática” con la presente Constitución en vigencia, solamente Vinicio Cerezo y Jimmy Morales han sido electos “a la primera”; en el caso de Cerezo, aunque era la primera campaña presidencial, tenía larga trayectoria de activismo político, no así Morales quien solamente tenía una campaña -fallida- por la alcaldía de Mixco. Serrano corrió 2 veces, Arzú corrió 2 veces (luego de haber sido Alcalde de la capital), Portillo corrió 2 veces, Berger corrió 2 veces, Otto Pérez corrió 2 veces y Álvaro Colom corrió 3 veces. A Giammattei le costó una más. Ramiro De León no es tomado en cuenta para esta breve reseña, al igual que Alejandro Maldonado por haber alcanzado la presidencia por los mecanismos que contempla la Constitución, y no por la vía de las urnas, aclaro.
Así, está visto que, salvo excepciones o anomalías electorales, un político en Guatemala necesita de más de una campaña presidencial para alcanzar la presidencia. Esa es una de las lecciones que recojo en las primeras horas de este lunes.
De igual manera, en este período democrático ha habido formidables contendientes que han estado muy cerca, pero no lo han logrado: Jorge Carpio, Manuel Baldizón y ahora Sandra Torres. Lo que tienen en común estos tres políticos es claro, un enorme “anti voto” o rechazo de la población a pesar de su gran caudal electoral. La UCN de Carpio tuvo bancadas fuertes, al igual que Líder de Baldizón y ahora la UNE de Torres, pero ellos en lo personal nunca alcanzaron su meta por el rechazo -pánico- que produjeron en la población. El carisma personal o la gran capacidad organizativa, evidentemente, no fue suficiente para ellos tres. Otra lección que se aprende tempranito luego del resultado de ayer.
Quienes apostaban por una “nueva política”, implicando que los políticos de larga data no eran bien recibidos, recibieron un balde de agua fría desde los resultados de la primera vuelta y no digamos con los de ayer. En mi opinión, no se trata de si se es joven o viejo, si se ha estado en solo uno o en varios partidos, si se ha sido diputado, alcalde o nada antes de la presidencia; lo que me resulta evidente es que quien persevera, alcanza. Y, como ya vimos con los 3 eternos contendientes perdedores ya mencionados, ni siquiera eso es suficiente. Se requiere, además, estar en el lugar y en el momento correctos. Si a ello le agregamos lo que materialmente se requiere para una campaña más o menos exitosa que es dinero, organización, gente trabajadora y comprometida con el proyecto, líderes locales, estrategia correcta y un largo etcétera, vemos que llegar a ganar una elección presidencial no es, salvo las excepciones, como dije, simplemente soplar y hacer botellas. Alejandro Giammattei está hoy donde está solamente gracias a la alineación de todos los astros ya enumerados y un poco más (seguramente está en su casa, descansando, pero me refiero a haber ganado la presidencia, claro).
Si el resultado fue sorpresivo para algunos, para otros muchos lo que resultó sorpresivamente agradable fue que, salvo algunas premisas erradas, las encuestas y las empresas que las realizaron fueron serias esta vez; en el pasado reciente y no tan reciente, algunas -o muchas- de ellas se habían convertido en simples herramientas de recaudación de aportes y de confusión de percepción pública, con lo que la confianza en ellas había decaído. Hoy tenemos a Prodatos, la encuestadora contratada por Prensa Libre como la líder indiscutible de esta elección. Como dije, salvo una premisa errada -la participación del 73%- sus números estuvieron “spot on”.
Hay muchas lecciones que aprender, políticas, estratégicas, comunicacionales, técnicas, de “judialización” de la política, etc. pero para eso hay tiempo. Lo que para hoy es suficiente tener presente es que, por más inexorable que sea el paso tiempo y por más influencia mediática progresista, el votante guatemalteco es -sigue siendo- en mayor o menor medida, conservador. Cómo cambiará eso o si lo hará pronto o no, son cosas que tendrán que adivinar los futuros jefes de campaña de candidatos para posicionar a sus patrocinados adecuadamente. Si eso es bueno o no, es harina de otro costal. Hoy Guatemala tiene un presidente electo por sus posiciones conservadoras y, en buena medida también, por el rechazo a posiciones radicales -como las de Thelma Cabrera et al- así como las no tan radicales, pero si “progre”. Quien no quiera aceptarlo está en su derecho, pero si ni siquiera lo ve está en la luna.
A la postre, lo que ahora viene es una reacomodación de fuerzas en el Congreso, ya sea por la vía de deserciones o por cancelación del partido UNE por acusaciones de financiamiento electoral ilícito; ese prospecto tendrá una fuerte incidencia en la elección de las cortes Suprema y de apelaciones en las próximas semanas y, en 2021, la designación de magistrados en la CC.
Si usted no votó por Giammattei, le caía gordo, o más que ello, si usted abiertamente lo adversaba, hoy, más que su legítimo derecho al disenso, usted le debe a su país y a su familia hacer votos porque a mi tocayo no “le vaya mal” y haga las cosas correctamente. Más allá de que ninguna persona en lo individual, pero tampoco un gobierno, por si mismo, es capaz de sacar adelante un país, al presidente electo y a su gobierno se le desea lo mejor, para el bien de todos. Debe, por supuesto, estar consciente que habrá muchísima fiscalización que, en nadita, se pueden convertir en ataques, confrontación y va de nuez el ciclo perverso de ir a ninguna parte.
A Europa se le dice “el viejo continente”, pero es viejo en más de una forma, no solo en lo geográfico; Europa es vieja en sus formas, mientras que América es no solo, el nuevo continente, sino nuevo en sus formas políticas y de resolver sus asuntos. De esa cuenta, ya no es hora de romper lanzas, a la europea, sino de fumar la pipa de la paz, a la americana.