La semana pasada me ocurrió algo que no me ha dejado tranquilo; tuve una visión que me dejó desde entonces y hasta ahora, afectado. Pero no se preocupe -todavía- porque no se trata de algo sobrenatural o una epifanía, sino de algo que experimenté en el mundo físico, pero que me ha dejado una herida en el alma. Sin más preámbulo, se lo cuento:
La semana pasada, mientras me dirigía a un almuerzo, desde unas cuadras atrás había visto una moto -de esas de marca china o hindú que ahora abundan por su “accesibilidad”- en donde iban tres personas: el padre manejando y la madre -presumiblemente- atrás con el único casco en el vehículo, y en medio una pequeña y dulce niña. Unas cuadras adelante nos juntamos en el tráfico y durante unos pocos segundos estuvimos al lado uno del otro. Allí fue donde tímidamente les tomé una foto (foto que encabeza este blog y que ha sido “caricaturizada” para proteger su identidad), foto que desde entonces he visto innumerables veces y que desde entonces me tiene descompuesto. Habiéndoles contado el evento, ahora paso a contarles lo que me provocó:
Iba yo, muy dueño de la situación, en mi vehículo cuando veo lo anterior e inmediatamente me pasaron estos pensamientos/sentimientos por todo el cuerpo: “ allí va una familia de jóvenes chapines; ellos van 3 en una pequeña moto -china o hindú, como ya supuse- con el calor y el tráfico y los camiones y el humo, y el peligro en las calles; yo acá voy, en mi vehículo sedán europeo para 5 personas -yo iba solo- con un delicioso aire acondicionado, vestido con ropa limpia en la que me acababa de cambiar para el compromiso, en un ambiente libre de humo, con paz y tranquilidad proveída por el silencioso vehículo y en la radio una estación de música clásica. La diferencia no pudo haber sido más dramática. Inmediatamente sentí vergüenza. A pesar de las condiciones en las que iba la familia, se les podía ver en la cara -eso pensé yo, por lo menos- esperanza y confianza en lo que vendría, porque iban juntos. A pesar de que iban apretados en la pequeña moto y expuestos a todo lo anterior, iban contentos. Yo, en cambio, antes de ese momento, iba refunfuñando en mi mente porque no había logrado que el pañuelo en mi saco fuese lo suficientemente bien arreglado; porque durante los primeros minutos del trayecto, el aire acondicionado no había enfriado lo suficientemente rápido y yo pasé algunos minutos de trágica falta de confort. Además, iba un poco tarde a mi delicioso almuerzo y eso me provocaba stress; los volteé a ver y justo antes de tomarles la foto, yo me sentía desdichado. ¡Vaya imbécil que me sentí! Al lado tenía ese increíble ejemplo de una joven familia que a pesar de la adversidad que presumiblemente pasaba, iba unida y feliz. Yo no se a ciencia cierta si es como yo lo idealicé; tal vez el patojo ese iba con la casera y el fruto de su infidelidad a hacer alguna diligencia a escondidas de su esposa y sus tres hijos legítimos, pero no lo creo. Eso es algo que probablemente estaría haciendo alguien de mi entorno, no del de él. Mientras yo iba solo, muy cómodo en un sedán europeo que no me merezco, él iba con su familia en una moto que probablemente no ha terminado de pagar, en un descanso de su trabajo, llevando con su esposa, a su niña al médico -ojalá privado, sino al del IGGS- e inmediatamente regresar a su trabajo del que saldría tarde por reponer el tiempo que se tardó de más al medio día. ¿Sabe que hice yo después de mi almuerzo de varias horas? Fui a mi casa a “descansar”. ¿Qué le parece?
En ese momento en el tráfico, durante el resto del trayecto, en mi almuerzo y desde entonces he estado meditando sobre ello y sintiéndome como mierda. Disculpe la expresión, pero no he encontrado otra mejor.
Todos los días uno lee y escucha recuentos de la realidad nacional, muchas veces de la escasez que muchas familias sufren en el interior y uno, por falta de empatía, no se relaciona con ellas. A veces le pega a uno más cerca de casa, pero de igual forma uno se conmisera de si mismo -como si eso pudiese ser posible- y se dice a uno mismo que uno también sufre y que -gracias a Dios- uno tiene posibilidades. Sabe qué, ¡eso y la carabina de Ambrosio es lo mismo! No puede ser que algunos de nosotros estemos tan bien -y tan lejos- de muchos de nuestros compatriotas. Simplemente, esto no puede seguir así.
Lo que me terminó de arruinar ese día y desde entonces, fue que unos momentos después que tomé la foto, una caravana de vehículos agrícolas de modelo reciente, de esos de color negro con los vidrios polarizados oscurísimos, abriéndose paso un “puntero” luego la camioneta principal y finalmente un “colero” cuidando la retaguardia, pasaron velozmente junto a la moto en cuestión. Si el patojo no se mueve, la caravana de oscuros vehículos agrícolas seguramente los hubiese aventado y ni siquiera hubiese parado.
Me dieron ganas de perseguir a los abusivos y alegarles; no lo hice por miedo, “saber quién va ahí” dice uno.
Lo que me he quedado meditando desde entonces es que más allá de la tremenda injusticia de la desigualdad y a pesar de que hay muchos que en redes y en medios se rasgan las vestiduras y critican a los políticos, a los empresarios y a todos los que no sean así de críticos como ellos, no hacen nada, nadita, por cambiar la situación. Siguen trabajando en sus oficinas, en sus bufetes o en sus empresas, pero alegan contra los oficinistas, los abogados y los empresarios. Allí en ese mundo estoy yo, en el de privilegios, que son gozados, pero no aprovechados para hacer algo por quienes no lo tienen. Allí en ese mundo estoy yo, en el de crítica y burla, pero poca o nada acción. Esto no puede seguir así.
Quisiera tener la fórmula de cómo solucionar los problemas sistémicos de Guatemala y cómo evitar que haya personas como los pasajeros esa abusiva caravana, pero sobre todo cómo evitar que haya personas como los pasajeros de la moto; cómo mejorar sus condiciones y oportunidades.
Estos meses “de campaña” usted escuchará muchas propuestas tendientes a ello y sinceramente -salvo las evidentemente equivocadas- no habrá malas; todas tendrán algo de bueno y de útil, pero lo que le se decir es que no hay forma de que esto se componga con discursos confrontativos, con propuestas confrontativas y con gente confrontativa (la RAE no reconoce el término “confrontativo”, pero una pasadita por Guatemala estoy seguro de que cambiaría eso).
Por supuesto que se necesitan aproximaciones de índole económico, de índole legal, de salud pública, de educación y de combate a la corrupción, como no, pero lo que se necesita, así la neta, es una aproximación humana -humanista, dirían algunos- hacia los problemas, pues lo que se pretende mejorar es la economía, las normas, la salud y la educación de los ciudadanos que no son simples números, sino seres humanos.
La familia en la moto y la caravana de vehículos agrícolas pareciese una metáfora, pero no, yo la ví la semana pasada y muchos la viven todos los días. La desatención a muchos de nuestros compatriotas pasa por la irresponsabilidad de las autoridades, pero nosotros, los privilegiados también tenemos responsabilidad; si no, por lo menos tenemos la oportunidad de ayudar a que la situación de muchos mejore. Le insto a que se involucre en la labor social que le guste y que done su tiempo, más que solo su dinero, y colabore con la causa que le mueva. Participe, infórmese, decida, actúe y no se deje llevar, eso si, por las visiones dramáticas y fatalistas porque si esa familia en la moto, con todas las condiciones adversas que pudiese estar pasando puede estar optimista acerca del futuro, ¡cómo no lo vamos a estar usted y yo!
Desde el evento, he tenido muchos sentimientos encontrados, muchas preguntas y muy pocas respuestas, pero lo que sí sé es que ¡esto no puede seguir así!
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Yo he estado en la misma situación, con mi familia en el vehículo y hemos encontrado hasta 5 en una motocicleta, mi reacción ha sido diferente, pienso en lo afortunado que soy de no estar en esa situación y le pido a Dios que lleguen sanos y salvos a su destino. La única forma que se puede evitar eso, es que tengamos sistemas colectivos de transporte cómodo, rápido, económico y sobre todo seguro.
Difícil, pero no imposible.