Las navidades siempre tienen un sabor agridulce para mí; tenía apenas 7 años cuando pasé la última navidad con mi mamá; ella murió en 1983. Aunque mi papá siempre me hizo lo más feliz que pudo -todo el tiempo, no solo durante las fiestas- me sigue haciendo mucha falta mi madre, la dulcísima Anabella. Este año es la segunda navidad que paso también sin mi papá; ha sido difícil y pinta como que nochebuena será, por esa razón, también triste. Ni modo.
Pero, así como hay circunstancias tristes y difíciles, las hay maravillosas. Mi bella y amorosa esposa Alejandra, dedica todo el tiempo disponible a atendernos amorosamente a nuestro hijo Paolo y a mi y por ello le estaré eternamente agradecido y en deuda.
Por otro lado, aunque no vivo con opulencia, no me falta nada y eso, en este país, lamentablemente es un lujo. He tenido la dicha de darle a mi hijo una buena educación y formación académica que espero pueda brindarle toda su vida hasta que él tome su propio camino.
En el ámbito social, tengo muchísimos conocidos, pero pocos amigos. Al contrario de mi papá, que tenía muchísimos amigos -aunque su definición de amigo era bastante más laxa que la mía- yo considero amigos a pocos; heredé buena cantidad de mi papá y por eso muchos de los que yo considero amigos eran también sus amigos.
He tenido el privilegio de trabajar desde los 18 años en lugares y ocupaciones que me han permitido tener ingresos decentes, pero a la vez tener tiempo para otras actividades e inquietudes de toda índole. A pesar de las tristezas y dificultades, me considero un ser privilegiado y por eso doy infinitas gracias.
Por estas fechas me pongo a hacer un recuento del año que acabará pronto y eso me lleva a las reflexiones que acaban de leer, pero también a otras del entorno nacional y político. Algunas ya las he expresado en este espacio y creo que vale la pena recordarlas:
Guatemala tiene un clima envidiable y gente maravillosa; es la única patria que tenemos y debemos sentirnos orgullosos de ella con todo y sus rezagos; más allá de que no estemos conformes con la situación actual, tenemos que construir sobre lo positivo y para eso es indispensable llegar a acuerdos básicos. En la sociedad hay gran divisionismo, pero no se nos debe olvidar que compartimos aire, agua y tierra, porque aunque tristemente en el pasado también intercambiamos fuego, eso ya quedó en el pasado, no debemos permitir que suceda nuevamente. Nos une más de lo que nos divide, y es una lástima que nos enfoquemos más en lo último. Hagamos un esfuerzo para ver nuestras coincidencias, no las diferencias.
Estas navidades no todos los guatemaltecos pueden pasarla en familia; algunos porque han tenido que emigrar para proveer un ingreso a sus familias o por otras circunstancias; muchos, aunque si pueden, no la pasan festejando, sino más bien penando.
Mientras usted y yo estamos calientitos comiendo nuestro tamal, reflexionemos acerca de nuestros compatriotas que no son privilegiados como nosotros y pidamos de regalo de navidad –pídaselo al niño Jesús o a Santa Claus, no importa- que nos de la capacidad de tener empatía y solidaridad con ellos, y no pena o lástima. Ya sea usted progre, facho, lila, pink, punk o del color o sabor que quiera, somos chapines y eso nos vincula -queramos o no- con esta tierra y sus habitantes.
Estas navidades, le pido que no gaste su dinero en enormes cantidades de cohetes, que aparte ser nocivos al ambiente, afectan terriblemente a las mascotas y, francamente, por unos minutos de luces, alteran la paz; use ese dinero para fines más nobles.
Jamás yo me permitiría decirle que no beba ¡imagínese! pero hágalo responsablemente, de manera que no vaya a afectar la tranquilidad de su familia o, peor aún, cause un daño irreparable. Gócese y quiera a su familia, nunca sabe cuándo los vaya a dejar de tener; dese cuenta y valore sus privilegios y propóngase ser más solidario, pues pude ser que ahora tengamos todo o mucho, pero el día de mañana nuestra suerte puede cambiar; si no le sirve el argumento solidario, por lo menos el “hoy por ti, mañana por mi” debiera de hacerlo.
“Santa” hace rato que se olvidó de mí, pero si lee esta “carta” le pido que me regale ser cada día un mejor ser humano, mejor padre, mejor esposo, mejor vecino y mejor amigo. Hoy, no hago un recuento de los regalos que no recibí o de las canastas que antes venían y ahora no; hoy doy gracias por lo que tengo y hago votos porque pueda yo hacer lo que esté a mi alcance para dar a quienes necesitan mi apoyo, mi cariño, mi tiempo y mi solidaridad.
A usted, mi querido lector, le deseo unas muy felices fiestas; que las pase en armonía junto a sus seres queridos.
¡Muy feliz navidad para todos!
*Una versión del texto anterior fue publicada en el diario El Siglo el año pasado. Ha sido modificada para adecuarse a los cambios cronológicos y ha sido editada porque con el tiempo me he podido dar cuenta que no escribía tan bien como creía. Tampoco es que lo haga ahora maravillosamente, pero algo he mejorado, digo yo.