Hoy es el último día del 2018, algo que ni Donald Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping, Kim Jong-un o cualquier otro líder mundial con inmenso poder político, económico y militar -y cierto grado de locura- pueden cambiar, así utilicen todo ese poder a su disposición.
No se preocupe, acá en Guatemala tampoco nadie podrá hacer nada al respecto; ni Jimmy Morales en un arranque de “patrio ardimiento”, ni Iván Velásquez por más entrevistas que de a medios internacionales, hoy acaba el año y a pesar de todo y de las locuras de todos los anteriormente indicados, así como otras tantas de uno mismo, mañana será otro año. Un ciclo solar termina, otro inicia y si bien esa métrica de tiempo es total y absolutamente arbitraria -aunque pueda tener algún fundamento científico- para todo el mundo el inicio de un nuevo ciclo trae esperanza y oportunidades; también trae peligros, por supuesto, pero si el año que termina es algún parámetro, por más mal que nos vaya, no será el fin del mundo (aunque si Trump se emberrincha, quien sabe).
Luego de cambios de lugar de embajada, amenaza de cerco comercial a nuestro cardamomo, condenas y hasta expulsiones de organismos internacionales, nada ocurrió. Los agoreros de siempre levantando las banderas y rasgándose las vestiduras, nada más. Decisiones presidenciales cuestionadas, que si Iván no entra, que si pasean unos Jeeps por las zonas “caqueras” de la ciudad, que si una congresista y unos senadores mandan cartas… Más allá de tinta y papel usados -que ahora seguro serán cohetillos- nada apocalíptico ha sucedido.
En el 2018 tampoco se acabó con la violencia, la desnutrición infantil y la pobreza, como consecuencia de la lucha en contra de la corrupción. Claro, puede decirse que esta ha sido limitada por los esfuerzos de un régimen que busca sobrevivir, pero déjeme decirle que no es así de simple el asunto. No solo esa lucha -encabezada por el MP, la Cicig y su comisionado Velásquez- no ha rendido los frutos que se esperaban a nivel procesal, sino más contundentemente, al nivel de calidad de vida de los guatemaltecos; aunque todos los corruptos -pasados- estuviesen presos, la triste historia de la humanidad es que siempre hay otros que ocupen su lugar. No pretendo arruinarle su tamal, su pavo o su whisky de fin de año, pero esa es la dura verdad.
Mañana empieza un nuevo ciclo solar que trae especiales retos, principalmente el proceso electoral mediante el cual elegiremos los guatemaltecos -ojalá y solo los guatemaltecos- nuevas autoridades nacionales, municipales y legislativas. Asimismo, se elegirá al Contralor General de la Nación y a los 13 magistrados de la Corte Suprema de Justicia. El 2019 tiene además la particular desgracia que no hay Olimpiadas, Mundial de Futbol, Eurocopa, o torneo deportivo que acapare nuestra atención, así que las elecciones será nuestro “mundialito” en el que competirán algunos equipos, pero también algunas bandas ¡y no precisamente de música! parafraseando al inefable Pablo Duarte.
A partir de mañana habrá que ponerle especial atención a los acontecimientos sociales y políticos porque de eso depende en buena medida cómo le vaya a ir al país a partir del 2020. Quedan avisados.
Pero hoy, usted no está para leer mis babosadas ni yo para escribirlas; hoy es un día, como pocos en el año, en el que gozamos de la compañía de nuestra familia, amigos y seres queridos (las mascotas son nuestros seres queridos también, no se le olvide) y compartimos comida y bebida para significar y celebrar el final de ese caprichoso lapso al que llamamos año. El número del año es algo tan caprichoso como su medición pues, aunque usted sea judío, musulmán, hindú o chino (de cualquiera de sus religiones) mañana es 2019. ¿No me cree? Trate de poner en su cheque de pago de renta en año: 5779, o en el el formulario de pago de impuestos: año del cerdo. Pruebe y me cuenta qué año es mañana. (Lo anterior es parte de un chiste del comediante Louis C.K. así que el mérito no es mío)
Hoy, deje el teléfono o la tablet y vaya a compartir con los suyos, coma y beba lo que pueda -sin excesos, por favor- porque a partir de mañana la romana -la pesa, no la playa- le va a dar noticias que no le van a gustar.
Muchas gracias a todos ustedes, mis queridos lectores, por ponerme atención este 2018; se que no todos están de acuerdo con mis opiniones, pero de eso se trata, de generar sana discusión.
Le deseo lo mejor para el próximo 2019, ¡Nos vemos el otro año!