LA COVID-19 Y SUS EFECTOS SECUNDARIOS

La Covid-19 (me refiero a la enfermedad y por ello uso el femenino) ha infectado a más de 3 millones de personas en el mundo y matado a un cuarto de millón, y todavía se espera que haya no sólo más infectados y muertos, sino algunos expertos esperan una “segunda ola” en el invierno del hemisferio norte, por lo que las cifras podrían ser aún más dramáticas.  Es un asunto serio y no algo para tomar a la ligera, pues cada muerto es un padre, una hermana, un hijo o una abuela; si bien la humanidad saldrá de esta pandemia más pronto que tarde y sin mayor afectación en su conjunto, no se puede ser insensible ante las muertes individuales. 

Lo anterior era importante decirlo de entrada, porque hoy me propongo hacer notar algunas cosas que me parecen curiosas o simpáticas, no acerca de la enfermedad, sino de algunos efectos que ha tenido.  De ninguna forma es burla o mofa, sino más bien tiene la intención de hacer notar algunas cosas.  Si algo de lo que leerá a continuación le parece ofensivo, me disculpo de antemano; mi intención no es esa. 

Desde la primera semana de confinamiento, llegué a la conclusión que el Covid-19 (ahora en masculino, pues me refiero al virus) ha hecho más por la igualdad de género y de la distribución equitativa de tareas domésticas, que todas las cancioncitas y bailes feministas que escuchamos y vimos días atrás.  Comunicados, foros, simposios y varios millones en capacitaciones y talleres no lograron tan rápido y eficazmente que los hombres -hablo en términos generales, claro- ayudaran a la limpieza del hogar, ahora que no sólo estuvimos confinados a ella -a la casa- sino que no tuvimos empleados o empleadas quién nos ayudara.  Así, por miedo o precaución, ahí nos han tenido a todos barriendo, trapeando, lavando ropa y cocinando, ayudando equitativamente en las tareas domésticas; cumplido uno de los sueños feministas y todo gracias a un conjunto de moléculas proteicas que ni siquiera es considerado ser vivo.  El patriarcado resultó ser más eficazmente combatido por un virus, que por oenegés feministas y sus demostraciones; tal vez por eso es por lo que no se ha visto la protesta feminista que el Covid-19 afecte más a los hombres.  Eso está muy bien para ell@s.

Adicionalmente, he leído artículos de cómo esta enfermedad y el trabajo a distancia (home office) ha provocado que la diferencia entre contratar a un hombre o una mujer para un puesto cada vez más será intrascendente; detrás de una pantalla o un teléfono, la diferencia de género se elimina, punto para el Covid y su lucha contra el patriarcado.

Algo más que me ha resultado jocoso (insisto, no en burla) es ver cómo el Covid-19 ha trastocado temporalmente el alineamiento ideológico de algunos y ha hecho que alaben públicamente a quienes hacía poco atacaban.  Me refiero específicamente a la loa que han hecho algunos libertarios -no todos, que conste- de Suecia y su approach para hacer frente a la enfermedad.  Como saben, Suecia ha decidido no tomar medidas de confinamiento, ni obligar al uso de mascarillas; el gobierno le apuesta al herd immunitty o contagio generalizado para que la población se vuelva inmune.  Cabe decir que este fue el mismo approach inicial de Boris Johnson en el Reino Unido, pero a él si lo criticaron fuertemente.  Esto -el approach sueco- conlleva, claro está, la posibilidad de muerte de muchas personas, pero es una apuesta que tanto el gobierno como los mismos ciudadanos están dispuestos a asumir.  Bien por ellos.

Sin embargo, lo que parece jocoso es que los libertarios que hacía poco atacaban al gobierno “socialista” sueco y se rasgaban las vestiduras por la presencia de Anders Kompass en Guatemala, ahora aplaudan a ese mismo gobierno. Contrario sensu, los socialistas tropicales de por acá, quienes parecen besar el suelo donde pisa el embajador Kompass, ahora ni pío.

Así, los “de derecha” aplauden al gobierno socialista de Suecia y los “de izquierda” se hacen los suecos -como se dice coloquialmente- pues están muy bien y tranquilos con que acá nos tengan a todos como animalitos de granja, todos en nuestros corrales. 

Curioso también es, que esos segundos, es decir, los “de izquierda”, los socialistas tropicales, en distintos grados y formas, pero coincidentemente, hablan bien del approach chino y del que casi todo el mundo ha tenido.  Esos paladines de la justicia social, antiimperialistas y adalides del pueblo son los que están de acuerdo y le creen al gobierno chino cuando da al mundo cifras a todas luces maquilladas y que ha tenido oprimido a su pueblo mediante el control de población, cámaras de seguridad con reconocimiento facial y demás.  Las aspiraciones de libertad y de un gobierno democráticamente electo por pueblo chino son secundarias, pues el gobierno sabe mejor que los individuos, la economía dirigida centralmente es la mejor ¡ehém! y el presidente Xi es un estadista.  Parece ser que la congruencia entre ideas, discurso y la práctica se ve afectada, cual efecto secundario, por la presencia del Covid-19 aunque éste no les haya infectado. 

Si las feministas y los socialistas tropicales fuesen coherentes con su discurso -cada uno distinto- dirían que sólo pueden opinar del cómo tratar a un paciente de Covid quienes tienen o han tenido la enfermedad, de igual forma que lo hacen cuando dicen que de un aborto sólo puede opinar una mujer; nada tenemos que decir los no infectados por Covid, acerca del tratamiento de alguien con Covid.  Su cuerpo, su decisión, debería ser la consigna, sin embargo, la mayoría de infectados han sido hombres, por lo que ahí si nel que decidan, sino que el gobierno debe decidir por ell@s. 

Tal vez los efectos secundarios del la (el) Covid-19 son beneficiosos y en un futuro cercano viviremos en sociedades más igualitarias donde, aunque no sea 1984, el Gran Hermano nos haga vivir en Un Mundo Feliz.

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