Por dos semanas consecutivas dejé de escribir en buena medida por falta de ánimo, pero también por recato. Si bien me hube impuesto que, salvo viajes o imposibilidad física, debía escribir todos los lunes, las dos semanas anteriores estuve en Guatemala y no tuve ningún impedimento para compartirles mi opinión.
La verdad es que al sentarme frente a la pantalla he divagado y balbuceado en el teclado, sin lograr hilvanar un argumento, ya no digamos interesante, sino siquiera coherente.
Me he dado paja diciéndome que a veces es mejor callar que decir tonterías, o que el silencio también es comunicación.
También he encontrado solaz en las últimas dos columnas de Maurice Echeverría (Buscando a Syd) y me he dicho que, si él se despide por las razones que lo hace, no hay nada de malo que yo me ausente unas semanitas; al fin de cuentas, no es como que mi opinión le haga falta a alguien. Es por ello que tampoco me había preocupado mucho por publicar; les ruego me disculpen.
Los eventos políticos recientes, más allá de algún sobresalto, no han sido como para un juicioso y profundo análisis. Luego de que la Corte de Constitucionalidad sacara de la jugada a las dos precandidatas presidenciales que más pasiones levantaban -no sean libidinosos, me refiero a pasión política- la contienda ha quedado en un marasmo de inercia. Algunos candidatos -por virtud de las decisiones de la CC- han surgido como opciones, cuando antes no lo eran, pero tampoco han hecho de la campaña algo para emocionarse. Si se debe a la limitante de recursos para gasto de campaña o si es por falta de iniciativa, no lo se, pero la sensación prevaleciente es que no pasa nada.
Debates más, debates menos, las redes sociales siguen siendo el campo de batalla de candidatos y partisanos -partidarios, pues- en donde los caracteres de los tuits frecuentemente son balas expansivas; imagino a los autores tecleando en las pantallas de sus teléfonos “inteligentes” como si halaran el gatillo de una ametralladora apuntada al enemigo. Algunos medios y/o periodistas, con mayor y más poderoso parque, asesinan con la pluma empujando sus propias agendas que no es que sea pecado que las tengan, pero que como son ocultas, aviesas, envenenan sus palabras y, como las frazadas de Jeffrey Amherst a los indios americanos que asediaban el Fuerte Pitt, son recogidas por los lectores sin saber que están infectadas.
Para más joder, el aire está enrarecido por virtud de mediciones de intención de voto -¡ajá!- que ya no sirven como muestra de la opinión del votante, sino son usadas como una herramienta más de captación de voto y de fondos. Basta decir que en este evento electoral no ha habido mayor campaña negra, comparando con otras elecciones.
No me atrevo a darle una predicción de lo que sucederá el 16 de junio y los resultados que arrojará la votación, pero si me atrevo a decir que, a pesar de lo que unos supuestos ex combatientes han anunciado, no habrá disturbios a nivel nacional, solamente los habrá en los lugares que desde hace tiempo se identifican como focos de conflicto y que, más que por la elección presidencial, será porque este u otro candidato a alcalde no logró ganar. Creo, eso si, que habrá un importante abstencionismo que algunos pretenderán interpretar como falta de legitimidad cuando su candidato no gane; lo que siempre pasa en Guatemala, pues.
Eso si, creo que la elección para diputados arrojará más de alguna sorpresa y partidos que la inteliigentsia ningunea, tendrán más diputados de los esperados.
Leí hace unos días un tuit de un connotado jurisconsulto chapín que decía más o menos algo como que, de contar con un Organismo Judicial y una Fiscalía General fuertes, independientes e intachables, poco importaría quién sea electo presidente. Creo que su corazón estaba en el lugar correcto, pero, en esta ocasión por lo menos, su cerebro andaba perdido.
Y así, hay opiniones en distintos sentidos y con distintas motivaciones; no puedo hablar de cuáles son las de los demás, pero si le puedo decir con absoluta solvencia, que mis motivaciones para decirles todo lo que les digo, acá o en programas de radio o TV a los que amablemente me invitan, es simplemente trasladar la información que a mis manos llega y que de acuerdo a mi experiencia y conocimiento he procesado, para que usted, querido lector -y lectora, claro está- forme SU propia opinión, y no se quede con la mía.
Así, hoy vuelvo a escribirles unas líneas luego de un silencio que, aunque doloroso, era preferible a decirles babosadas; no que esta publicación contenga perlas de sabiduría, pero por lo menos está lleno de mi sentir y mi pensar. ¡Feliz inicio de semana!