DIA DEL PADRE

Sin lugar a duda, cada día me parezco más a mi papá.  Físicamente siempre nos dijeron que nos parecíamos -aunque yo tengo mucho de mi madre- pero no es en eso en lo que hoy digo que nos parecemos.  Tampoco lo es en su inigualable capacidad de hacer amigos y entablar relaciones entrañables que perduraron a través del tiempo y de las fronteras; no, en eso no nos parecemos mucho, lamentablemente para mí. Ciertamente no me atrevo siquiera a compararme con él en la labor periodística y en la escritura.  Él fue periodista durante más de 70 años y aunque más de alguna vez algún badulaque o con quien haya tenido algún rifirrafe le haya llamado “periodista” así, entre comillas como poniendo en duda su calidad o capacidad.  En ese sentido, yo no me siento periodista.  Lo que he hecho por casi dos años ya es dar mi opinión en algunos medios del país y ahora en mi página personal mía de mí -pobre, pero honrada, como se dice por’ai-. Para considerarme periodista me falta mucho trecho, más allá de estudios especializados, pero no es en eso en lo que digo que me parezco. 

En lo bravo nos parecemos algo, solo que él no se enojaba con alguien con facilidad, pero cuando lo hacía, mantenía el enojo por buen tiempo; las “peleas” con sus varios de sus amigos a lo largo de su vida fueron memorables, al punto que muchos de ellos decían que, si Jorge Palmieri no se había peleado con alguien alguna vez, no era su amigo. Yo por el contrario soy una chichicúa, pero rápidamente se me pasa el enojo y reestablezco la amistad como si nada. En eso no nos parecemos mucho, tampoco.

En lo que me parezco a mi papá cada vez más es en otras cosas como algunas mañas, algunas características que pueden pasar imperceptibles, pero que son las que al final del día nos hacen como somos. 

En esta ocasión, me refiero a la particularmente frustrante -para mí- maña que tenía mi padre en escribir en su computadora directamente en la página y no en un documento Word, por ejemplo, que se auto respaldase constantemente, para que, en caso de accidente, bajón de energía o un “teclazo” indebido, no se perdiese lo que había escrito.  No se cuantas veces me llamó para que le ayudara a recuperar el texto perdido o todo un documento que sin querer había borrado.  Para mí no era comprensible cómo alguien que se dedica a la escritura pudiera ser tan descuidado en ese sentido.  Más de una vez se molestó conmigo porque, ya hastiado yo, le respondía que eso le pasaba por descuidado.  Bueno, pues estaba yo desde ayer escribiendo mi blog para hoy en el que ya había invertido buen tiempo de recabar información y estructurado buena parte, había ya tecleado un par de páginas cuando, sin querer por supuesto, cerré el programa ¡sin haber grabado ni siquiera una copia de respaldo!  En el instante que me di cuenta volteé a ver una foto que tengo de él en mi escritorio e inmediatamente me eché a llorar. Estaba triste y frustrado, pero sobre todo estaba furioso conmigo mismo por el imperdonable descuido.  Sin embargo, casi por arte de magia, un instante después me eché a reír con nostalgia, porque finalmente había sentido yo lo que él sintió cada vez que le pasaba. 

Si uno ha tenido el privilegio de tener un padre presente en la vida de uno, involucrado y que lo ha amado a uno -como todo padre debe amar a un hijo- no puede uno de hijo sino adoptar, sin percibirlo tal vez, mañas o características del padre.  Yo, luego de tantas veces que le ayudé -y otras que lo hice un tanto mosqueado- finalmente me había convertido en lo que tanto critiqué.

Y así, súbitamente, me percaté que había sido el día del padre.  Me sentí como Arquímedes en su momento “eureka”.  Me pareció una coincidencia que justo el día del padre yo descubriese una -otra- pequeña cosa que nos une con él, aunque ya no esté presente. Me sentí con él y me sentí, por un instante siquiera, como niño nuevamente.  Si usted que me lee es padre es muy probable que haya tenido alguna vez esa sensación y si no la ha tenido todavía, la tendrá. 

Todo padre ha sido hijo, leí por ahí ayer.  Ahora que soy padre también, me siento impuesto con la obligación de evitar que mi hijo pase por momentos duros, trato de que tenga mejores condiciones de las que yo tuve -difícil, pero igual trato- y que no cometa los errores que yo he cometido. No me cabe duda de que así mismo pensó y trató mi padre de hacer conmigo; otra cosa en la que nos parecemos. 

Pasé un día del padre muy padre; desde temprano recibí el amor de mi esposa e hijo y vimos juntos los partidos del mundial del domingo.  Fue particularmente gozoso para mí ver al equipo de México, el México de mis amores, ganarle de la forma que lo hizo al campeón del mundo.  Estoy seguro de que mi papá hubiese estado igual de gozoso que yo de ver eso.  En fin, pasé un día del padre muy grato, gracias a mi hijo, pero también gracias a mi padre.  Lindo sentimiento.

Pero el blog que había empezado a escribir y que habría sido publicado en lugar de este trataba de un tema distinto, pero que a la luz de los hechos me doy cuenta de que también tenía que ver con el día del padre.

En mi frustrado escrito trataba la preocupante situación que están pasando miles de familias centroamericanas en la frontera de Estados Unidos.  Miles de madres -y padres- han sido apresados por las autoridades gringas y separados de sus hijos menores sin que unos ni otros sepan de su paradero. No puedo imaginar lo que aquellos padres pueden estar sintiendo, sin saber dónde están sus hijos o qué será de ellos.  La angustia e impotencia de sentir que, con el afán de darles un mejor futuro a sus hijos, por ahora por lo menos, le están haciendo pasar un infierno a sus hijos.  Ningún padre debiera pasar por ello, pero mucho menos un niño o una niña.  ¡Qué día del padre tan distinto al mío habrán pasado todo ellos!  La labor de las autoridades guatemaltecas es indispensable para conseguir que, en medio de la imposibilidad de afectar de ninguna manera la política gringa, el trato que se le de a nuestros nacionales -sobre todo a los menores- sea humano. 

Mucho se ha criticado -con razón- al actual gobierno por su poca o nula acción en ese sentido, achacándosele a que las actuales autoridades no quieren incomodar a Trump porque éste pudiese apoyar al gobierno en algunas de sus iniciativas.  Creo que es imperdonable que el gobierno, por un tema coyuntural, descuide a sus ciudadanos frente a una posible violación a sus derechos humanos. 

Sin embargo, la crítica debe ser extendida a la dirigencia política y a los líderes que pretenden obtener el voto de los guatemaltecos en las ya muy próximas elecciones.  Más allá de algunos analistas y comentaristas que han criticado la situación -y al gobierno-, “no se les ha visto el cacho” a los políticos, a los posibles candidatos, a los secretarios generales de partidos; no han tomado una postura firme ante esto y eso es algo que los votantes deberemos recordar al momento de votar el próximo año. 

No defiendo a este gobierno ¡Dios guarde! pero si llamo la atención a que por estar criticando a este gobierno en esta y en otras cosas, no le estamos poniendo atención al próximo y que, de seguir así de calladitos, todos los candidatos prometen ser un poco más de lo mismo si no se pronuncian de una manera u otra respecto a este drama humano. 

Tampoco he visto el duro y sonoro pronunciamiento del PDH acerca de esta violación de DDHH; puede ser que lo haya hecho y yo no lo haya visto, pero eso solo da cuenta de la poca difusión que tuvo -de existir- a diferencia de cuando se pronuncia condenando a tal o cual funcionario, o busca todas las cámaras de televisión para presentar amparo tras amparo.  ¿Y si presenta un amparo en la C.C. en contra de las políticas de Trump, muy feo?  Es un ejemplo ridículo, pero casi sería lo único contra lo que no ha pedido amparo. 

En fin, no se trata de atacar a nadie, se trata de que las autoridades y líderes políticos tomen una postura en defensa de nuestros compatriotas.  Pobre y gris será el futuro si quienes pretenden gobernarnos no toman partido en este drama humano. 

¡Y ni hablar de los líderes empresariales!  ¡Qué va! Ciertamente ellos están muy preocupados manteniendo sus empresas a flote en esta economía, pero también llama la atención que, si se han pronunciado en otras ocasiones por otros temas que no son eminentemente empresariales, pero acerca del drama humano, ¡nanai!  Perdón que insista en el término, pero es que es un drama humano ante el cual nadie o casi nadie -que podría hacer algo- hace algo por nuestros migrantes y sobre todo por los menores.  Como mensaje a los políticos que se queden callados ante esto, solo tengo cuatro palabras para ellos: voto en el extranjero.  Allí estará la consecuencia de su inacción. Si bien el mundial de futbol nos tiene a todo el mundo medio sonsos y desprevenidos, en esta sociedad y en este mundo, siempre, siempre hay alguien poniendo atención y si no hacen lo que se espera de ustedes, tarde o temprano, tendrán consecuencias. 

A usted, mi querido lector que es padre, le desearía que haya pasado un feliz día del padre porque, aunque pudo haber tenido alguna tristeza o problema, seguro, pero seguro, pasó un mejor día que padres chapines allá en “la tierra de la oportunidad”. 

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