EL GOLEM

Es muy delicado eso de desear que ocurran algunas cosas; el poder de la mente humana -la voluntad- es una fuerza que no solo no comprendemos del todo, sino que evidentemente no hemos aprovechado en su potencial.  La historia está llena de instancias en las que la férrea fuerza de voluntad de una o varias personas ha logrado hazañas épicas.  Lo que la voluntad humana puede lograr es increíble y si es la voluntad colectiva, cuanto mejor.  Querer es poder, dicen. 

Los chapines de bien, hemos querido siempre un sistema que no nos aplaste, que nos permita -que habilite- la posibilidad de desarrollo individual en lugar de imposibilitarlo. Reconozco, claro está, que para alguien como yo ha sido mucho, pero mucho más fácil que para millones de guatemaltecos que viven en condiciones de pobreza y de exclusión; las contadísimas excepciones de connacionales que han superado su situación en condiciones adversas son la excepción que prueba la norma; eso si, prueban también lo que inicié diciendo: querer es poder.

Ese sistema, encarnado en un Estado disfuncional, ha estado -y está- plagado de un sinfín de trabas que le impiden al individuo desarrollarse como mejor le plazca, conforme a sus posibilidades y dentro del marco de la Ley, por supuesto.  La corrupción ha sido, en mi opinión, la madre de esas trabas.  Recuerdo muy bien cómo, siendo yo un estudiante de Derecho y procurador del pequeño bufete en donde trabajaba, veía con estupor a algunos de mis pares -que trabajaban en grandes y afamados bufetes- llevar enormes valijas, repartiendo regalos para los oficiales, secretarios y jueces de la torre de tribunales. Recuerdo que en corrillos de tribunales era un secreto a voces que contra tal o cual Abogado o su bufete era imposible ganar, sin importar si le asistía el Derecho a su cliente o no; era una cuestión de poder de compra y poder de amedrentamiento.  Los pequeños como yo, tendríamos muy pocas posibilidades de éxito en aquellas circunstancias.  Las victorias que ayudaba a conseguir para los clientes del bufete eran doblemente celebradas, porque eran conseguidas a puro pulmón y en base a una argumentación técnica jurídica.  No diré que todos nuestros contrincantes compraban jueces, pero si muchos.  Eso por supuesto que no ha acabado, pero ciertamente se da con menos frecuencia, aunque todavía hay algunos jueces que no ponen sus barbas en remojo, pero en alguna medida tienen miedo fundado de que serán descubiertos y castigados.

Desde entonces, quise que hubiese una forma que los juicios se ganasen exclusivamente por la brillantez de argumentos y por la prueba diligenciada en el proceso; desde entonces quise que el sistema de justicia fuese como el de las películas, en donde un Abogado de pueblo pequeño le ganaba el juicio al ejército de Abogados de la gran corporación o al Abogado de la gran ciudad.  Sin pensarlo así, ahora me doy cuenta de que yo quería ser una especie de Atticus Finch.  Estaba convencido que esa fantasía no sería posible en aquel sistema, algo tenía que pasar.

De pronto -bueno, no tan de pronto, pues llevó años- Guatemala firma un Convenio con Naciones Unidas para crear el constructo llamado Cicig; nuestro Golem personal, que ayudaría a desarticular estructuras ilegales enquistadas en el Estado denominadas CIACS (cuerpos ilegales y aparatos clandestinos de seguridad) que eran las responsables de que Guatemala estuviese como estaba.  Como en las historias del pueblo judío, los golem son creados mediante encantaciones místicas -en este caso, el convenio de creación- que deben redactarse y pronunciarse de forma precisa, pues el más mínimo error crearía un monstruo indeseable, una aberración.  Así, por primera y única vez -hasta ahora- en la historia, el ente multilateral por excelencia firma un acuerdo con un Estado para crear la Cicig.  Dependiendo a quien le pregunte usted, la encantación para la creación de ese golem tuvo errores -o no- y lo que ahora se tiene es un ente, un constructo que ha superado toda expectativa de sus creadores y ahora es algo que se ha salido de control, tal como ocurrió con el legendario Golem de Praga.  Me viene a la mente también el antiguo maleficio yiddish de: “Que consigas lo que deseas”.  Yo siempre deseé un ente que ubicara las marufias de los tramposos y las castigara, que defendiera al indefenso ante los abusos de los poderosos; bueno, he aquí al Golem de Guatemala, he aquí a la Cicig.

La Cicig ha venido tratando de cumplir su función -para lo que fue creada- sin embargo se topó con que las CIACS eran más poderosas de lo que inicialmente se pensaba y le ha tomado más o menos 7 años para mostrar su capacidad.  En las gestiones de los comisionados anteriores -Castresana y Dall’Anesse- hubo algunas muestras de capacidad, pero pronto aparecieron las sombras de sus gestiones y salieron con más pena que gloria.  En la gestión del comisionado Velásquez no es que no haya sombras, las hay y han sido señaladas con lujo de detalle, pero como sí ha dado muestras de éxito y de capacidad, toda crítica que se les hace a acciones y temas puntuales es vista por los “adoradores del golem”como un ataque y no como un aporte para que se reencause su actuar. 

Todas esas babosadas me vinieron a la mente a raíz de la suscripción de la “Carta de entendimiento interinstitucional entre el Tribunal Supremo Electoral y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala” firmada la semana pasada y que generó acciones y declaraciones lamentables por todas partes.  Son muchas, pero comienzo con las más aberrantes a mi juicio que es la actitud cuasi violenta que tuvieron algunas personas que llegaron a mostrar su inconformidad con dicha firma.  Para ellos, la firma de ese documento es ilegal porque se sale del mandato otorgado a la Cicig y el TSE está, en otras palabras, cediendo su autonomía y jurisdicción a un ente que no está facultado para ello.  Debo reconocer que, aunque no termino de analizar todos los aspectos de tales señalamientos, en principio creo que tienen validez y merecen ser atendidos; otros 100 pesos son que con el miedo que le tienen los jueces a la Cicig y el sospechado contubernio de algunos magistrados de las más altas cortes, alguna acción legal, por más méritos que pueda tener, prospere.  Hay que recordar que el golem de las leyendas no solo infunde miedo en los enemigos, sino también en los propios.

Sin embargo, me pareció un espectáculo de muy mala categoría el ir a irrumpir en el acto; si se tienen argumentos hay que hacerlos valer de la forma que la Ley prescribe, de lo contrario ¿qué diferencia hay entre esas acciones “de hecho” y las de Codeca que tanto se critican?  Si a eso se le agrega la presencia de una señora de origen cubano y de nombre Bárbara Hernández que saber cómo apareció en el acontecer nacional, siendo extranjera viene al país a criticar la injerencia extrajera en Guatemala.  Ni siquiera lo voy a aburrir con algunas líneas en ese respecto, no me parece digno de respeto ni de atención.  Mal hacen sus patrocinadores en utilizarla, allá ellos.

Dejando por un lado las más acres y radicales críticas a la actividad de la Cicig -incluida la firma de esta carta de entendimiento- como dije anteriormente, creo que sí hay consideraciones respecto a su pertinencia, pero entrar gritando a un recinto no es la forma de hacerlas valer. 

El texto del documento en sí, como el de todos esos documentos, usa lenguaje estéril e inocuo, transferencia de capacidades, apoyo, asesoría, bla, bla bla.  El papel todo lo aguanta.  El quid del asunto es, en mi opinión, muy sencillo: ¿la Cicig se circunscribirá a su función delimitada en dicha carta de entendimiento o, como hemos visto ya en otros ámbitos e instituciones, se pasará por el arco del triunfo los límites de su función y entrará hasta la cocina, como se dice popularmente?  Eso no lo sabemos, pero si la historia nos sirve de referencia, creo que hay por lo menos una duda fundada. 

Hago un paréntesis para aclarar a todos mis lectores que por supuesto estoy a favor de que se fiscalice eficientemente el aporte de fondos para las campañas políticas y que, indudablemente el TSE hasta ahora, no cuenta con las capacidades necesarias.  La mención de dos unidades especializadas para ello por virtud de la modificación a la Ley Electoral y de Partidos Políticos en el 2016 y su creación por parte del propio TSE son pasos en la línea correcta, pero una cosa es crear en papel dichas unidades y otras es dotarlas de capacidades técnicas.  Si ese será el papel de la Cicig en este asunto, no veo por qué nos debiese de molestar. Contrario sensu, estar en contra de que se dote de capacidades a dichas unidades me parece un enorme contrasentido. 

Habiendo dicho lo anterior, como dije, creo que las dudas y sospechas que levanta esta nueva aventura de la Cicig tienen algún fundamento, me explico: La contraparte por naturaleza de la Cicig es y será el Ministerio Público, ente encargado de la investigación y persecución penal en Guatemala.  Es pues, la entidad estatal que debe ser acompañada por la Cicig -de acuerdo a su mandato- y a la que debe transferir sus capacidades para cuando ya no esté en el país -si es en uno, dos o diez años es otro asunto- pero queda claro que no estará para siempre.  De esa cuenta, el MP creó la FECI, fiscalía que está “cooptada” por la Cicig y en la que no se mueve la hoja de un árbol sin su autorización; podemos estar de acuerdo o no, pero hay que reconocer que es allí, en el MP donde debe estar ese “matrimonio”.  Por el contrario, la Cicig no tiene nada que hacer en el Organismo Judicial directamente; imaginémonos que quien está encargado de impartir justicia, el ente imparcial, tenga el concurso de una de las partes -en este caso una parte que goza además de inmunidad- por lo que las decisiones de ese ente imparcial no podrían ser así, imparciales, sino que estarían evidentemente viciadas.  Mucho se ha dicho de la presión indebida que ejerce la Cicig sobre los jueces, pero por lo menos -que yo sepa- no se ha firmado una carta de entendimiento entre la Cicig y el OJ para trasferir capacidades, apoyar o asesorar.  El sistema acusatorio se caería a pedazos.

Usando ese mismo ejemplo, es maravilloso que el TSE, en particular de la Unidad especializada de control y Fiscalización de las Finanzas de los Partidos Políticos y la Unidad especializada de Medios de Comunicación y Estudios de Opinión se nutran de capacidades para cumplir su función, pero no deben tener el concurso de un ente que puede tener interés ante el TSE.

Hago otro paréntesis para hacer notar que la misma Cicig se dispara en el pie al cometer un terrible error de comunicación y llamar a esta última “Unidad especializada de Control (sic) Medios de Comunicación y Estudios de Opinión” tanto en los tuits institucionales como en el mismísimo comunicado que emitió oportunamente.  Aunque sea por error, la inclusión del término “control” cuando se habla de medios de comunicación es aberrante, sobre todo proviniendo de este ente que se ha visto no gusta mucho que digamos de las criticas que se le hacen.  Más que simple error, me parece una estupidez.  Si la mujer del César no solo debe ser honesta, sino aparentarlo; la Cicig pues, bueno, saque usted sus conclusiones.

Regresando al tema, llama mucho la atención que la Cicig se “alíe” con el TSE porque este último tiene facultades jurisdiccionales que son muy distintas a las facultades del MP, por ejemplo y son más bien parecidas a las del OJ; si una de las partes tiene injerencia, aunque sea de asesoría, sobre el ente jurisdiccional, ¿qué esperanza de imparcialidad puede haber en sus decisiones?  Y todo esto no tendría mayor fundamento más allá de simples elucubraciones y teorías de conspiración de no ser porque se sabe que, casi con certeza, la exfiscal general Thelma Aldana, la “Robin al Batman de Iván Velásquez” será candidata en las próximas elecciones y cuando menos, da así como “cosita” que la Cicig tenga tanta injerencia en el TSE dada aquella circunstancia.

Leí por allí que, aunque sean unos cafres, unos transas o unos incapaces, se tiene por lo menos certeza que los funcionarios electos en las elecciones pasadas alcanzaron ese puesto en votaciones limpias, eso nos lo garantiza el TSE y si bien no es aquel TSE de don Arturo Herbruger, tiene el respeto y la confianza de los guatemaltecos.  Ahora, con el concurso de la Cicig, aunque sea una mínima parte de los votantes tendrán esa duda de imparcialidad del TSE.  Me parece que ese es un daño innecesario a la credibilidad de dicha institución.  Ojalá las dudas no tengan fundamento.

Así, la discusión de la pertinencia y/o legalidad de la suscripción del documento de acuerdo a las funciones y atribuciones de las dos entidades pasa a un segundo plano y toman relevancia los miedos, la desconfianza y los señalamientos ad hominem.  Como sucede ahora con más y más frecuencia, no hay discusión de ideas, sino solo ataques y confrontación.

Como el golemmítico, este nuestro golem creado entre las Naciones Unidas y el Estado de Guatemala parece que no solo destruye a los enemigos, llámese corrupción, impunidad, CIACS, etc. sino que ahora parece tomar funciones distintas para lo que fue creado.    

Parafraseando a Borges y su poema El Golem, ojalá que en un futuro no muy lejano no nos estemos lamentando de su creación como el rabino.  

Parece que algo anormal y tosco hubo en este nuestro golem, lo miramos con confianza y con algo de horror, ¿Cómo -nos decimos- pudimos engendrar este penoso hijo? ¿Por qué a la vana madeja que en lo eterno se devana, le dimos otras funciones, otras atribuciones?  

Como los judíos de Praga, nosotros deseamos que el golem nos defendiera de nuestros enemigos, ojalá que no se vuelva contra nosotros; ¡ah, maldición esa de conseguir lo que uno desea!

 

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